El sutil engaño de los cigarrillos electrónicos

Los cigarrillos electrónicos en la salud

El cigarrillo electrónico nacía con la inocente idea de que los fumadores minimizarán el daño del tabaco que ya estaban consumiendo, prometiendo un hábito más sano. Al mismo tiempo se presentaban con numerosas carcasas y diseños que lo convertían en un complemento más de nuestro atuendo ¿pero cómo funcionan de verdad estos aparatitos? ¿Qué supone esta forma de fumar para nuestro organismo?

El cigarrillo electrónico  hace que fumemos vapor en lugar de humo, pero a la hora de la verdad el líquido de este tabaco contiene sustancias nada inocuas como glicerol, propilenglicol, nitrosaminas, benceno, níquel o plomo y la maldita nicotina, propias del cigarro normal, además otros aromas y ‘hierbas’ destinadas a camuflar sus sabor o darle miles de ellos nuevos como mango, vainilla o piña. De hecho algunas de estas sustancias saborizantes son las más peligrosas de este dispositivo o vaporizador. Por otro lado, aunque si era cierto que en los primero modelos se había comprobado que la absorción de la nicotina era menor, actualmente con la revisión y la mayor variedad del producto los niveles empiezan a equipararse en algunos casos con el tabaco tradicional.

Lo más peligroso de todo esto es que a los efectos de la nicotina, ya conocidos, se unen otros que a corto plazo pueden ser problemas cardiovasculares y neumonitis, y a largo plazo aún son desconocidos. La legislación. además, aún no ha contemplado las limitaciones de su uso con lo que de momento se puede fumar con más libertad que los cigarrillos comunes. En la mayor parte del mundo además todavía no sufren los mismos impuestos del tabaco, lo que ha hecho que su consumo sea muy popular. El excesivo marketing sobre su saludable uso y las miles de franquicias que han salido y posicionado en puntos comerciales clave ha hecho que incluso se dispare como alternativa y se haga popular entre los jóvenes y adolescentes. De hecho en Hawai, según una encuesta en 2012 publicada en Pediatrics, los adolescentes lo prueban antes y con mejor concepto que el cigarro convencional: de 30% de los 1900 entrevistados lo habían probado ya.

Por suerte, en España, aunque de primeras resultó un producto novedoso e innovador, el mercado se ha saturado y caído, sobre todo, porque aquí los precios no ha supuesto una oferta o rebaja real respecto al tabaco original, por mucho colorido que se le ponga al artilugio. Por otrolado, el ministerio de Sanidad ya ha informado que la regulación del cigarrillo electrónico está en marcha con la intención de que no se pueda, al menos, usar el sitios públicos. La OMS, por su parte, recomienda no aconsejar sus uso y evitarlo, aunque no se hayan dado aún pruebas científicas exactas de sus riesgos.

En cualquier caso, no sólo es una forma de mantener enganchado al fumador establecido, sino una de atraer a nuevas generaciones que bien siguen  introduciendo nicotina en su cuerpo, aunque sea menor, en su organismo, o que después se pasarán al tabaco convencional. Junto a las consecuencias de fumar la nicotina como problemas de corazón, pulmón y mayor incidencia ante el cáncer, se hayan muchos otros efectos desconocidos pero que derivan de muchas otras sustancias artificiales que, evidentemente, no pueden ser buenas. Lo mejor desde luego es no fumar nada.

 

Imagen| Patrisyu

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