Balanza navideña

Balanza navideña

Se acercan fechas peligrosas para las dietas y emociones fuertes para los estómagos poco acostumbrados al esfuerzo continuado. Evidentemente, todos estamos dispuestos a recibir con los brazos abiertos a los mariscos, las comilonas, los turrones y el azúcar en cantidades industriales. De hecho, si no fuese así, la Navidad no sería igual…

Sin embargo, parece que estos días el equilibrio sea algo imposible de alcanzar, de ahí que nos vengan bien algunas pautas. Por ejemplo, si sabemos que por la noche la cena va a ser excesivamente copiosa, no estaría de más que por el mediodía nos contentáramos con uno de los famosos hervidos de los que abundan en todos los folletos de dietas… Realmente, puede que nos apetezca muy poco tomar esa insípida patata hervida acompañada de una maraña de verdes indeterminados… pero tal vez sea cuestión de mentalidad, porque incluso se puede disfrutar al paladearlo…

En ese sentido, la clave puede estar en el toque final. El hervido cobraría un sabor distinto si invertimos en un buen aceite de oliva virgen con el que aliñar una variedad de verduras, a cuál más sabrosa: zanahoria, alcachofa, habichuelas verdes, cebolla, coliflor, col, acelga, berza… A primera vista, puede que la idea resulte poco alentadora, pero oro líquido sobre lecho de verduras con patata… sigue siendo hervido, pero suena mejor, ¿no? Pues de eso se trata, de mantener a la mente entrenada para convencerla de dónde está lo saludable y lo auténtico.

Igualmente, los estragos causados por el exceso de grasas y alcohol (posiblemente en fin de año) suelen requerir una compensación urgente. Por tanto, para compaginar con la necesidad de destilar a que se ve abocado el hígado, por qué no una sopa sustanciosa de las que aconsejarían nuestros antepasados… Pollo desgrasado, cebolla, zanahoria, apio, tomate, cardo, puerros. A este respecto, el típico plato de caldo con fideos nos puede resultar poco original, pero siempre hay ideas para animarlo: picatostes, trocitos de pimiento, queso rallado, orégano espolvoreado, pimentón rojo y perejil picado, semillas de sésamo, huevo duro…

En definitiva, de lo que se trata es de convertirnos en sibaritas al masticar cualquier alimento, tanto los que estimulan nuestro cerebro por su alto porcentaje calórico como los que contribuyen a nuestra salud a pesar de no ser tan populares para las papilas gustativas. De hecho, son muchas las ocasiones en que un mismo plato puede presentarse y aderezarse de tantas formas; que el efecto final cambia totalmente; de gustar a no gustar… Por tanto, a gusto del comensal.

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