Aspectos curiosos sobre la obesidad y el sobrepeso

Tras estos días en que los grandes acopios de alimentos han poblado todas las mesas (con suerte…), empieza a rondar por nuestra mente la idea de adelgazar. De hecho, cierto es que la dieta se cuenta entre los propósitos de año nuevo para muchos de los que consideran haber sobrepasado su límite con la ingesta de turrón y polvorones.

Ahora bien, no se trata únicamente de un proyecto vacío y sin fundamento; pues la obesidad se considera ya hoy en día prácticamente como una “epidemia”, probablemente la “epidemia del mundo desarrollado”.

En ese sentido, hay algunos tópicos que se deberían desbancar; ya que disminuir de peso debe constituir una tarea programada, vigilada y basada en la realidad. De ahí que deban aclararse algunos mitos que suelen campar a sus anchas entre la población y que pueden perjudicar, más que contribuir, en la campaña de adelgazamiento que empieza cada año por estas fechas. Por supuesto, no todos los que desean bajar de peso se consideran obesos, pero a todos nos viene bien saber que la obesidad puede ser el resultado si no nos cuidamos.

Así pues, conviene recordar que disminuir calorías indiscriminadamente no siempre es sinónimo de descenso de cifras en la báscula. Por tanto, dejar de comer no es la solución, además del peligro evidente que ello entraña; sobre todo si se tiene en cuenta la incidencia habitual de muchos trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia, gastritis crónica…). Normalmente, si se consumen menos de 1200 calorías por día, el cuerpo entra en “modo ahorro” y  procede a almacenar las grasas, todo ello con la idea de evitar carencias por si sigue esa “tendencia” de ingesta insuficiente para mantener las constantes vitales. Como puede comprobarse, el organismo es más sabio de lo que parece y sabe atajar una situación que no le conviene…

Por otro lado, también son muchos los adeptos a las dietas milagro que permiten adelgazar a marchas forzadas al principio y propician un estancamiento en el peso poco después. En este caso, el resultado suele ser el famoso efecto “yoyo”, que lleva a subir y bajar de peso sin medida ni control. Sin lugar a dudas, esta posibilidad no es una solución ni para la obesidad ni para los problemas de peso más leves.

En otras ocasiones, la subida de peso que inicialmente puede producirse al empezar a hacer deporte puede desmotivar también a los que estén iniciando una dieta. El deporte implica un incremento en la masa muscular y cabe recordar que el músculo pesa, incluso más que la grasa… Por consiguiente, no sólo se le puede hacer caso a la báscula, puesto que un cuerpo bien torneado (aunque conlleve mayor peso) es siempre más sano. Además, para mantener los músculos el cuerpo consume energía y con ello calorías; razón de más para no desistir con la combinación deporte y alimentación sana.

Un dato curioso respecto a la obesidad está relacionado con los antecedentes familiares, según afirma la agencia de información Reuters. Al parecer, los antecedentes de alcoholismo en la familia pueden llevar a que una persona se alimente de forma compulsiva e ingiriendo alimentos muy calóricos, precisamente para cubrir ese “síndrome de abstinencia heredado”. En ese sentido, las personas que presentan cierta predisposición al alcohol por haberlo padecido o experimentado en su familia, pueden suplir esa adicción mediante la comida; dado que tanto el alcohol como los atracones de comida suponen un estímulo directo sobre la misma sección del cerebro. Igualmente, las adicciones de cualquier tipo también pueden incitar de algún modo para que la comida se convierta en una de ellas.

En definitiva, de lo que se trata es de llevar una dieta sana, sin perspectiva de perpetrar milagros en pocos días y de adquirir hábitos saludables como estilo de vida; porque cualquier atajo puede robar bienestar y volvernos a llevar al punto de partida. Por otra parte, las adicciones nunca son buenas, ni siquiera cuando la dependencia generada se da con respecto a la comida…