Sin lactosa, ¿gracias?

verdades y mentiras lactosa

La intolerancia a la lactosa es un mal alimentario con el que tienen que vivir muchas personas, algunas de las cuales ni siquiera lo saben. Esta incapacidad para procesar la lactosa, a causa de la carencia natural en el organismo de la enzima lactasa que la descompone, sólo se puede tratar de una manera efectiva, no tomar nada que lleve esta sustancia. Afortunadamente, la nueva normativa de etiquetado de alimentos y las nuevas vías de mercado con productos especifícos para estos intolerantes, como también pasa con los celiacos, ha ayudado a mejorar la dieta de estas personas. Pero que sabemos de estos alimentos sin lactosa. ¿Que tienen de bueno, y, lo que es más difícil de saber,   que tienen de malo?

Comer productos sin lactosa, en principio no tiene ninguna consecuencia nociva para el organismo, al igual que tomar una dieta con lactosa no tiene ningún peligro para las personas sin intolerancia a ella. El mayor de los peros de este tipo de alimentación ‘especial’ es el precio, ya que podemos encontrar precios hasta un 33% más elevados respecto al del producto original. Afortunadamente el aumento de oferta de alimentos sin lactosa es bastante mayor que es de los ‘sin gluten’ y eso ayuda a que los precios vayan bajando ligeramente.

Este incremento del mercado sin lactosa y su abaratamiento también se debe a la idea, falsa, de que tomar comida sin lactosa es mejor para cualquiera, ya que nos ayuda a tener digestiones más fáciles y a sentirnos más ligeros. Esto tiene parte de verdad y parte de mentira. Es cierto que a medida que nuestros platos tienen proteínas y sustancias menos complejas y más ‘limpias’, menos esfuerzo implica la digestión: esto supondría, por ejemplo, reducir la ingesta de proteínas animales ( más complejas y con más residuos que las vegetales), de conservantes y colorantes, salsas artificiales, azúcares (sobre todo complejos) y de grasas, especialmente saturadas, cosa que hay que considerar, aunque comprendiendo también que, en el caso de las proteínas, hay que sustituir ese aporte por su correspondiente más sano.

En este punto, el disacárido de la lactosa, como un azúcar complejo, eliminado de la dieta, quizás pueda ayudar a algunos a cuidar de su estomago, pero se trata más de una combinación de alimentos que del consumo del lácteo en sí, a no ser que tomemos con exceso y frenesí estos alimentos como si no hubiese mañana, caso en el que cualquier cosa nos sentaría mal.

Otro dato para las personas sin problemas de intolerancia es que, a pesar de los avances, evidentemente los lácteos sin lactosa no tienen el mismo sabor que los normales, al igual que pasa con las leches vegetales. Otro tema es que prefiramos un gusto al otro.

Lo que si hay que considerar cuando queremos elaborar un menú sin lactosa es que alimentos contienen esta proteína y cuáles no. Aunque hay marcas específicas, incluso blancas o de supermercado, y líneas especiales dentro de las marcas conocidas, hay alimentos que os sorprenderán si leéis su etiqueta. Por ello, tened en cuenta:

-Las marcas concretas sin lactosa o con gamas especiales, que podéis chequear en este enlace de productos y guías de tiendas de la Asociación Española de Intolerantes a la lactosa.

Revisad, antes de comprar, la composición de: mayonesas, sopas, panes, bollos, batidos, rebozados, cereales, tartas, crepes y preparados varios de repostería, embutidos, fiambres, bebidas alcohólicas, margarinas, mantequillas, aderezos y salsas, purés y platos precocinados.

– Vigilad también los ingredientes de medicamentos, vitaminas y dentífricos.

-Cuidado con dulces y laxantes. Hay un componente que se utilizan para endulzar caramelos y productos dietéticos que se deriva de la lactosa: el lactitol.

 

Todo esto, sin embargo, siempre debe aplicarse a intolerantes, puesto que ya hemos dicho no añade ningún beneficio este sobreesfuerzo selectivo de alimentos en el caso de los tolerantes. Diversos estudios han  confirmado que no aporta ningún beneficio el eliminar este hidrato de carbono, salvo en el caso de enfermedad alimentaria.

El dato curioso es que ciertas investigaciones han señalado que tomar lactosa en los niveles ‘soportables’ de un intolerantes, puede favorecer la absorción del calcio en estos sujetos. Es decir, que como el compuesto llega puro, sin ser procesado, al intestino delgado actúa como probiotico y mejora la asimilación del calcio del lácteo. Eso sí, en cantidades pequeñas y que dependen del nivel de tolerancia de la persona, que puede variar mucho de una a otra, estando entre los 6 y 12 g diarios (1-2 tazas de leche). Con esto no queremos inducir al consumo irresponsable de leches y derivados, sino demostrar que a veces nos dejamos llevar por la publicidad, sin considerar otros aspectos escondidos.

 

Imagen| SOMMAI

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